miércoles, 24 de noviembre de 2010

Los héroes de la televisión

Hace varias semanas, cambiándole a los canales de televisión, encontré algo que no sabía si era una película, un videoclip o algún programa de chistes... el caso es que me llamó la atención.

Poblaban las imágenes personajes variopintos: un menonita, un norteño, un par de chilangos y un, al parecer, yucateco; las escenas que se desarrollaban en un ambiente rural, por sí mismas causaban gracia. Al verificar el canal para darme una idea de lo que miraba, solamente quedé más confundida: estaba viendo Bandamax, un canal que aquí en la casa nunca vemos porque no somos (o no éramos) muy afectos a la música regional del norte del país.

Pasaban los minutos y las escenas seguían, así que descarté la idea de que se tratara de un videoclip. Cuando la hora terminó y el asunto quedó en continuación, casi salto de alegría. Se trataba de una serie. Serie a la que llegué por puro azar, y cuyo encuentro festejo.

“Los héroes del norte” (como supe después que se llamaba) es una serie cómica que narra las aventuras de cinco personajes de todo el país cuyo único escape es la música. A pesar de que todos son distintos (hay rockeros, un egresado de la filarmónica, un norteño y un menonita que enseña música a los niños de la escuela) unen sus caminos con la música grupera, con “el sentir del pueblo”, como diría Zacarías III, el vocalista y compositor del grupo, y también, quizá, el personaje protagonista de toda la serie. Miguel Rodarte (El tigre de Santa Julia) es quien da vida a este singular personaje: un comandante de policía de un pueblito olvidado, bonachón y querendón con las muchachas, que tiene un sueño: cantar. Y cantar, obviamente, gruperas.

Y en este sentido, la serie hace un muy buen rescate de todas esas canciones que, independientemente de que nos gusten o no, todos en un momento de la vida hemos oído. Es más, tal vez hasta nos las sabemos de memoria. “Los héroes del Norte”, a través de sus capítulos, brinda un homenaje a los músicos que han sabido robarse el corazón de los mexicanos. Por ejemplo, el primer sencillo de “Los héroes del Norte” es Lo intentamos, de Espinoza Paz, canción que, según la historia ficticia de la serie, se le ocurre a Zacarías III en un momento de tristeza: después de apostar y perder el poco dinero del grupo, sus compañeros le dan la espalda y lo mandan a vagar en ayunas por el desierto. Sin embargo, solo y triste, Zacarías compone esta canción y, con su corazón generoso, regresa a compartirles a los demás éste el que será su primer éxito.

Si ya de por sí la selección de personajes y actores (Marius Biegai, Humberto Busto, Armando Hernández, Andrés Almeida, Karla Souza, María Aura, Patricia Reyes Spíndola) es inmejorable, los diálogos brindan otra grata sorpresa, sobre todo para los que crecimos con una televisión insípida que, además, lo censuraba todo.

Zacarías III: Tiempo, tiempo, tiempo, tiempo. No tengo fusca, me la quitó Quirino.
Compadre: ¡Quirino! ¡Dale un fuete aquí a mi compadre!
Quirino: Disculpen, pero no puedo hacer eso, aquí yo soy la autoridad y no puedo ser responsable de que aquí corra sangre.
Multitud: ¡Culero, culero, culero, culero!
Quirino: ¡O suspendo el evento!
Multitud: ¡Culero, culero, culero, culero!
Zacarías III: Bueno, pos ay nos vemos.
Compadre: ¡Qué nos vemos, ni qué la moronga! ¿qué no tiene manos pa pelarme los dientes?
Zacarías III: ¡Cómo no!
Compadre: Pero antes, compadre, dígame la verdad: ¿mancilló usté a mi vieja?
Zacarías III: Pos, mancillar, mancillar, lo que se dice una muy buena mancillada, mire compadre, de hombre a hombre, de compa a compa, pos sí la mancillé. Y varias veces...

Una historia original, personajes únicos, diálogos impredecibles forman esta historia. Entre tanta televisión hecha bajo la premisa de que las masas son brutas, encontrar una buena programación es un reto, y este reto se convierte en orgullo cuando descubrimos que hay buenos programas hechos en México. Viva el talento mexicano.

jueves, 11 de noviembre de 2010

63 años para escribir un libro

Un libro que tarda en escribirse 63 años, definitivamente, debe ser un libro importante. Un libro escrito por un Premio Nobel, definitivamente debe ser un libro que no puede evitarse. Un libro nuevo de García Márquez es, sin duda alguna, algo que siempre se antoja. Y es que, ¿quién no ha disfrutado al descubrir al hielo?, ¿quién no ha hecho del amor un demonio?, ¿quién no ha temblado de incertidumbre al no recibir una carta?, ¿quién no se ha estremecido ante la historia de una hermosa mujer que recorre el desierto para complacer a todos los hombres que se formen en la fila?, ¿quién no quiere tocar las alas de un hombre muy viejo? Al final de cuentas, todos queremos correr a Macondo.

Gabriel García Márquez, el colombiano que todos consideramos mexicano, es no sólo un elemento de nuestro bagaje literario y artístico, sino un referente de nuestra propia cultura. Por eso es sorprendente, y siempre bienvenido, un nuevo libro. “Yo no vengo a decir un discurso”, paradójicamente, aparte de mostrarnos al autor en un género al que recurre poco,
nos habla del recelo de su autor hacia éste: el mismo título del autor lo confirma. En palabras del mismo García Márquez, tomadas de uno de los textos del libro, se confirma este punto: Yo comencé a ser escritor en la misma forma que me subí a este estrado: a la fuerza. Y más adelante, en un discurso de 1972, dice hacer dos cosas de las que me había prometido no hacer jamás: recibir un premio y decir un discurso.

Pues sí, aunque este sea un género que a Gabo incomode tanto, no puede evitar recurrir a él y advertir, según sus propias palabras, su crecimiento como escritor: Leyendo estos discursos redescubro cómo he ido cambiando y evolucionando como escritor.

El primer discurso de este libro es el que Gabriel García Márquez leyó en un evento escolar, cuando apenas contaba con 17 años. Texto breve, ameno, cálido. El siguiente tiene el seductor título “Cómo comencé a escribir”, y seguramente, a pesar de ser el segundo texto, para muchos lectores será el primero al que acudan. Es este un texto revela la visión de un gigante de las letras sobre el oficio de escribir:
Y esto me permite decirles una cosa que compruebo ahora, después de haber publicado cinco libros: el oficio de escritor es tal vez el único que se hace más difícil a medida que más se practica.

Un libro que empieza a escribirse en 1944 y termina en 2007; un rescate de textos orales de un autor que concede pocas entrevistas, no puede, simplemente, dejar de considerarse un tesoro.